Ozu filma con una sublime e invisible nostalgia todo aquello que ama, las personas y sus vidas, los jardines y su alma, las matas de crocosmias mecidas por el viento, y la arena rastrillada en torno las rocas de los jardines zen que parece ser lo único que permanece inmutable en ese Japón de dolorosos cambios, que va dejando desaparecer ante sus ojos distantes e impotentes, su especial forma de vivir y sentir. Largo plano secuencia que deja sin aliento.
¿Estamos a plantas o estamos a películas? (El estúpido chistecito sobre los vascos se supone que quiere decir que son incapaces de pensar y atarse los zapatos la mismo tiempo). Estamos a plantas, pero al mismo tiempo podemos estar a películas, a japoneses, a Ozu y a lo que haga falta. La vida es un inmenso puzle y las piezas encajan con un misterioso plan del que los humildes ateos decimos que ignoramos, y los vanidosos creyentes llaman los renglones torcidos de dios. Pues estaba yo colocando la pieza de este articulillo sobre la crocosmia cuando en la película de la que estoy hablando, me la encuentro inesperadamente filmada por Ozu en tres hermosos planos, en un blanco y negro japonés de 1934. Las mujeres con sus quimonos, sentadas sobre sus pies, inmóviles y calladas, asisten con una seriedad conmovedora a la ceremonia del té. Todo transcurre con una asombrosa serenidad y paz. En la mirada vacía de algunas de las mujeres mayores, podemos observar lo que tienen los ritos japoneses de meditación zen. Por el contrario la mirada de la jóven protagonista indica una fascinación de quien ya lo ha perdido como parte de su cotidianidad. La cámara sale fuera de la casa y se queda inmóvil enfocando las dos columnas de madera del porche y la gran mata de crocosmias que se mueven ligeramente por la brisa bajo el suave sol de la tarde. Después aparece un primer plano de las flores de las croscormias que ocupan toda la parte baja de la pantalla con la ventana de la casa al fondodo, tras la cual sigue teniendo lugar la ceremonia del té. La cámara vuelve a entrar en la casa, las mujeres siguen viendo los gestos rituales de la mujer que está haciendo el té. Otra mujer sirve con palillos, sobre una servilleta, un pequeño trozo de pastel. Sus gestos también son rituales. La cámara vuelve a salir al jardín y ahora, es desde detrás de la mata de crocosmias, desde donde se enfoca la hermosa casa japonesa donde se sigue desarrollando la ceremonia del té. Todo es puro, apacible, lento, suave y hermoso. Está filmado con esa belleza transparente que es exclusiva de Ozu. Un poema de amor, de homenaje a lo que Ozu es, a esa cultura que tanto ama, que trata de defender sin más argumento que mostrar la belleza que Japón ha logrado destilar a lo largo de milenios.
Curiosamente, en esta película que está recorrida subterráneamente por una casi tristeza que transita bajo una casi felicidad, la planta elegida es la crocosmia, una planta que no es originaria del Japón si no de Sudáfrica, pero que ha buscado lugares de climas suaves y húmedos: Inglaterra, la parte central de Chile, Galicia… Aunque Ozu las filma en blanco y negro, conocemos su color, verde claro y mate para las hojas que forman abanicos de cintas verticales en torno a las delgados tallos de los que salen las pequeñas campanillas color azafrán intenso que forman la flor. Es un contraste agridulce, de alegre tristeza. El matiz imposible, perfecto para un pueblo de infinitos matices como Japón, para un director como Yasujiro Ozu que matiza lo invisible creando una belleza inexplicable.
Las crocosmias del la terraza del café Uf no vienen del Japón, ni de Sudáfrica, llegaron de Teis, de Espiñeiro, que está en la falda del monte de La Guía, detrás del astillero de Vulcano, en el estrecho de Rande a través del cual, el Atlántico desemboca en el mar de Cesantes donde está la isla más bella del mundo. La sembraría de crocosmias y cerezos para que Yasujiro Ozu pudiera filmarla. Algún día, en alguna eternidad, en alguna reencarnación, Ozu filmará á Illa de San Simón con su enigmático hechizo japonés, en blanco y negro, con las crocosmias acariciadas por el viento salado “das ondas que grandes son.”
CAFÉ UF
verano del 2009
Todo será permitido, inclusive… camiñar nas
tardes cunha inmensa begonia na solapa.
Tiago de Melo
As súas follas son verdes, con máculas de prata brillante. O seu talo de cana pode alcanzar unha altura considerable.
As súas flores colgan agrupadas en redondeles. Son como un outono xaponés, como un plano inmóbil de Kin Ki Duk. Son como suspiros de escarcha ruborizada respirados por un tempo abatido, son como as pingas de sangue que brotaban a través da tea branca que rodea o ventre suicida de Mishima o día que se fixo o seppuku toleado pola dor de ver á súa patria vendendo a súa alma a occidente. Son o coral colgado en ramalletes sonrosados, o xade ensanguentado formando pétaos indescifrables, bágoas de nácar avergoñado.
A begonia maculata é unha das mil cincocentas especies de begonia que se coñecen, orixinarias de zonas tropicais e subtropicais de África, Asia e América.
Adáptase ben a calquera clima sempre que teña sombra, moita humidade e unha terra fértil. E aínda é capaz de florecer en condicións moi adversas.
Non lle gusta o Sol, prefire a Lúa, e non lle importar estar nun interior rodeada de libros e música de Lonard Cohen, sempre que teña luz e auga abundantes.
As begonias son unha das dez plantas máis apreciadas en Europa. A opulenta, vella e anquilosada Europa, tamén ten as súas preferencias en canto a plantas refírese. Levou a súa obsesión pola moda, ao mundo da floricultura. Neurotizada polo consumo incesante exacerbado por unha publicidade omnipresente, toleada por aqueles que viven de explotar a insatisfacción dos xentíos que se manifesta en neurosis de compra compulsiva. Agora ponse a comprar tulipans como posesos, e mañá petunias, ao outro día orquídeas, e ao seguinte gardenias. Como non son capaces de cambiarse a si mesmos, cánsanse de todo o demais. A miseria dos ricos.
Durante un tempo a begonia maculata foi unha das plantas que encabezaban ese ranking de vendas. Os invernadoiros non daban abasto producíndoa. No canto de pedirlle un esquexe ao veciño, as xentes opulentas prefiren comprar a planta nunha grande superficie. Xa ninguén fala co veciño, e menos aínda nas grandes cidades da Europa saciada e hastiada.
Pero, o que caia en desgraza no gusto desas masas yonquis do Prozac, confírelle un encanto sobreengadido. Agora teñen ese alo maldito daqueles aos que a sociedade dálle as costas. A beleza dos desprezados, a maxia dos xitanos, a poesía triste e solitaria dos marxinados.
Sempre me sobrecolleu o silencio quedo dos gatos. E máis aínda, o das plantas abandonadas.
Agora, din os cultivadores de plantas, que os europeos perderon o interese pola begonia manchada.
É raro que estes saciados, con mala conciencia, non creen aínda unha ONG para dar refuxio a todas as maculata abandonadas, eles tan dados a organizarse ao redor de calquera dos problemas que eles crean.
Café UF
Primavera do 2010
2 comentarios:
Hace años que conozco es Pub, aun recuerdo una pegatina de publicidad que creo que estaba GROUCHO Marx con el nombre Pub UF....haber si la encuentro...
Música Vigo..
Blog de Vigo
Mi adolescencia pasa por tí, en la zona de arriba: charlando, divagando, riendo e incluso llorando o en el negra sombra, leyendo o escuchando música o conciertos...Una agradable sorpresa...
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